En un intento desesperado por ahorrar dinero y tapar los
despilfarros de una mala gestión previa, la Generalitat
Valenciana carga de nuevo
contra la sanidad pública, esta vez a través de unos algoritmos con los que, dicen, van a “establecer unos criterios para
evitar tratamientos innecesarios y poner a disposición del médico información
acerca de los principios activo más eficientes”, una declaración de intenciones por parte de la Consellería de Sanitat que, al parecer, sugiere la barbaridad de que los médicos valencianos están prescribiendo “tratamientos innecesarios”
y/o desconocen las características de los medicamentos que recetan.
Para una mejor compresión del público en general, recordemos que un algoritmo es un esquema diseñado para
resolver un problema a través de una serie pasos sucesivos y fáciles de seguir
que, en este caso, se iniciaría a partir de un diagnostico médico conocido y
conduciría hasta la toma de una decisión (lo que hay que recetar) sugerida (impuesta) al facultativo por el algoritmo en cuestión.
Desde una perspectiva médica, los algoritmos de la Consellería
de Sanitat parecen obedecer no a premisas clínicas
sino sólo al ansia de abaratar el gasto farmacéutico, motivo por el que han sido
rechazados por la inmensa mayoría de los facultativos, colegios
profesionales y sociedades médicas al estimar que coartan la libertad de los
médicos y los presionan a recetar lo más barato aunque hayan otras opciones –más
caras– que curen antes, más y mejor.
Aunque los defensores de los algoritmos insisten en que éstos ayudan al médico a tomar
decisiones y que el ahorro es secundario, la realidad es que los médicos disponen ya
de infinidad de algoritmos (así como conocimientos suficientes) y no necesitan de la imposición de un manual de instrucciones que burocratice
aun más su trabajo y los denigre hasta convertirlos en un periférico más de un sistema
informático diseñado por quienes piensan en clave de cifras y no en el estado de
bienestar de los valencianos. Lo que no deja de ser comprensible, habida cuenta
del agobio que deben sentir como consecuencia de muchos años despilfarro
institucional.
Los médicos saben bien –sabemos bien– que no hay dos
enfermos iguales y que no existen enfermedades sino enfermos. Es por ello que, aunque dos o mas personas compartan un diagnóstico, no tiene por qué necesitar un mismo medicamento, y mucho menos si éste viene sugerido por un programa
informático que prima lo barato por encima de lo eficaz.
Sin duda hay otros modos de ahorrar, señores políticos valencianos, y el primero sería
no derrochar como ustedes han hecho durante lustros de dispendios y megaproyectos faraónicos.
Pero si asumimos que el mal está ya hecho, no quedaría mas remedio que aplicar recortes a muchas de las partidas en las que aun pueda rascarse algún euro que otro sin atentar contra el estado de bienestar ni ensañarse con los sectores más desprotegidos de la población. Tarea harto difícil por otro lado dada la precariedad de las arcas públicas y la negligencia (y los sesgados intereses) de quienes las gestionan.
Pero si asumimos que el mal está ya hecho, no quedaría mas remedio que aplicar recortes a muchas de las partidas en las que aun pueda rascarse algún euro que otro sin atentar contra el estado de bienestar ni ensañarse con los sectores más desprotegidos de la población. Tarea harto difícil por otro lado dada la precariedad de las arcas públicas y la negligencia (y los sesgados intereses) de quienes las gestionan.
Colofón
Habida cuenta de que las elecciones autonómicas están
relativamente lejos en la Comunitat
Valenciana y que los mandatarios populares
todavía tienen cuerda y más de un año para sorprendernos con nuevas e incómodas sorpresas económicas, tal vez
la desobediencia civil y la fuerza que otorga la razón fuera el modo mas racional
de oponerse, hoy por hoy, contra quienes, a golpe de mayoría absoluta y falacias
eufemísticas, pretenden maquillar una dolorosa realidad en beneficio de quien sabe que perversos fines.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor
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