Cojamos el toro por los cuernos, seamos
valientes y admitamos que algo muy grave debe estar sucediendo en nuestra
sociedad cuando muchos ciudadanos se han alegrado del grave accidente de tráfico
sufrido por la Delegada de Gobierno de Madrid. Igualmente, llama la atención
que algunos medios de comunicación se hayan limitado a ofrecer la noticia sin pronunciarse
sobre la actuación de los médicos y sanitarios que, en la puerta del hospital “La
Paz” (donde está ingresada la señora Cifuentes y aprovechando la manifestación
que cada jueves se celebra contra la privatización de la sanidad madrileña)
pidieron que se trasladara a la paciente a un centro privado.
Me consta que ni los trabajadores
sanitarios ni la sociedad civil española es especialmente cruel, por ello, habría
que entender que la falta de compasión mostrada ante Cristina Cifuentes sea una
pulsión reactiva al resentimiento avivado por la corrupción, la ambición, la
mala gestión y la falta de sensibilidad social que caracteriza a la clase política.
No obstante, y por muy justas que
sean las reivindicaciones de los trabajadores de la sanidad pública madrileña (que
suscribo y secundo), no es de recibo esgrimir la enfermedad de un político como
arma arrojadiza contra el partido en el que milita sin riesgo perder fuerza
moral en los propios argumentos o bien, de cargar de munición a los
neoliberales que pretende acabar con el actual sistema público de salud y que
en las tertulias televisivas de la derecha extrema, disfrutan satanizando a todos los médicos de izquierdas.
Sociológicamente, no respetar a un
enfermo que permanece grave en la UCI, por muy nefasta que sea su actuación
como político (por criminalizar protestas sociales, aplicar duras represiones
policiales o tildar de terroristas a la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca), no es plausible por mucha indignación que flote en el ambiente.
Personalmente, me opongo al modelo
sanitario que quiere imponer el PP y me indigné (y mucho) cuando la
viceconsejera de Sanidad madrileña, Patricia Flores, cuestionaba si “tiene
sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema". Sin embargo,
considero que los facultativos y sanitarios en general, deben respetar siempre
los derechos del enfermo, tenga o no papeles, sea o no español e incluso aunque
ese mismo enfermo o enferma no prodiga en respetar una sanidad pública,
universal y gratuita.
Desde el momento de su ingreso, la
señora Cifuentes pasó a ser una paciente mas, merecedora de todo el
respeto y la mejor atención. Por ética médica, es reprobable la sola insinuación
de querer sacarla –sin una indicación clínica– de la UCI para llevarla a otro
centro por motivos administrativos o revanchismo político.
Una vez la Delegada de Gobierno se recupere y vuelva a sus
responsabilidades, tiempo habrá para exigirle coherencia y que aclare donde quiere
ser ingresada si le surgiera de nuevo la necesidad de hacerlo.
Es siempre deseable que el
adversario se encuentre sano, de pie y no postrado en una cama para poder
pelear contra él (dialécticamente, se entiende) de un modo justo y equilibrado.
No se trata de ser blando ni de,
sumisamente, ofrecer la otra mejilla, sino sólo de considerar que hay ocasiones
en las que lo cortés no quita lo valiente.
Alberto Soler Montagud
Totalmente de acuerdo con usted, incluso, y sobre todo, en la existencia de la "pulsión reactiva al resentimiento"
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