Cuando dos personas están predestinadas a encontrarse en sus vidas
EL HILO ROJO DEL DESTINO
Reconocer a una persona predestinada es fácil si se tienen en
cuenta las señales que nos envían la vida y las eventualidades que rige el
azar.
¿Pero, qué o quien es una persona predestinada? Tal vez la
definición más concisa y veraz sería considerar que una persona predestinada es
aquella que nos hace tener una sensación de afinidad con ella fuera de toda
lógica normal.
Viene esto a colación de una frase que acabo de leer acerca de
"El hilo rojo del destino", un mito oriental arraigado en China según
el cual, los dioses atan un cordón rojo alrededor del tobillo (o del dedo
meñique, en el caso de la cultura japonesa) de los que han de conocerse o ayudarse
en un momento concreto y de una manera determinada a lo largo de sus vidas,
permaneciendo inexorablemente unidos por más que las circunstancias les
obliguen a elegir caminos distintos e incluso incompatibles con la convivencia
de ambos.
En cierto modo, este mito del hilo rojo es una alegoría a la
predestinación que marca el hecho de que dos personas, sin pretenderlo ni hacer
nada consciente porque esto llegue a suceder, acaban cruzándose en sus
respectivas vidas, creando entre ellas un sólido vínculo que se atiene a unas
reglas difíciles de explicar por lo mucho que se alejan de la razón.
Siguiendo con la leyenda china, las dos personas que se
encuentran unidas por el hilo rojo están predestinadas a ser amantes o bien
unos amigos muy especiales, de tal manera que, independientemente de las
circunstancias de cada uno de ellos, compartirán un arraigado vínculo, de tal
modo que el mágico hilo rojo que los une se podrá estirar, se podrá poner a
prueba forzándolo hasta el límite de las fuerzas de las dos almas gemelas que
tiren de él, o se podrá enredar hasta que parezca imposible que vuelva a ser
liso y terso, pero nunca, nunca jamás sucederá nada que consiga romperlo.
En la cultura japonesa, el significado de este hilo rojo del
destino va aun más allá de la relación de pareja o de la amistad, pues se hace
extensivo a los padres y a las madres adoptantes, aportando una metáfora
recursiva al dar por supuesto que la vinculación entre el hijo adoptado y los
padres es algo que ya existía previamente a expensas del «hilo rojo» que
propició el encuentro y aportó fortaleza a los virtuales progenitores y al
prohijado en la larga espera que tantas veces precede al deseo de la adopción.
Una de las muchas leyendas orientales acerca del hilo rojo,
cuenta que un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las
almas a aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las
encuentra, las ata con un hilo rojo para que no se pierdan.
Como reflexión final, podríamos concluir que a esta vida venimos
a aprender y que las personas predestinadas son unas almas gemelas que pueden
ayudarnos a crecer, pero también a involucionar si no sabemos reconocerlas y
aceptarlas en el papel que les corresponderá representar en nuestra vida y a
nosotros en la suya.
La experiencia nos enseña que para reconocer a una persona
predestinada, nuestra mente y nuestro cuerpo suelen manifestar una serie
de sensaciones difíciles de explicar desde una perspectiva racional,
sensaciones que algunos llaman intuición y otros instinto, sensaciones que
difícilmente le serán extrañas a alguien que haya tenido la fortuna de conocer
a un alma gemela.
Alberto Soler Montagud
Para esta reflexión he utilizado algunos datos extraídos
como fuente de:
1.
García-Noblejas Sánchez-Cendal, Gabriel (2007). Mitología de la
China antigua. Madrid: Alianza Editorial
2.
Mitología clásica china.
Madrid:
Editorial Trotta. (2004)
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