Los
protagonistas de la fotografía que ilustra este artículo son los comandantes de
dos fragatas pertenecientes a la armada de sendos países integrados en la OTAN,
el canadiense Pascal Belhumeur y el
noruego Odd Erling, así como el
alcalde de la ciudad de Ferrol, Jorge
Suárez, quien los invitó a una recepción protocolaria a la que ambos
marinos acudieron vestidos con el traje de gala preceptivo según el protocolo,
mientras que el primer edil (militante de un partido afín a Podemos) recibía a
los militares ataviado con un desvencijado pantalón vaquero, una arrugada
camisa dejada caer por fuera y una descuidada barba de varios días que dejaban
constancia de su mala educación o al menos de su desprecio por las mínimas
normas de protocolo.
Podría
darse el caso de que el señor Suárez actuara con ignorancia protocolaria o bien
que la elección de su indumentaria obedeciera a una provocación voluntaria en contra de los
convencionalismos de un modelo social que rechaza, no obstante, en cualquiera
de los dos supuestos, el desaliñado edil habría incurrido en una falta de estética y puede que también de
respeto a los representantes de dos estados soberanos.
La
desarrapada imagen del alcalde dio lugar a una reacción de disconformidad en
los círculos castrenses así como de indignación por parte de algunos
representantes del ayuntamiento ferrolano, por considerar que su aspecto
ofendía al buen gusto y la dignidad de los altos representantes de dos países
aliados. Pero no fue sólo la indumentaria
del alcalde lo que generó malestar en el ámbito militar, sino también que en su
discurso manifestara que «el negocio
de la guerra, en función de los intereses económicos, deberá sustituirse
por el desarme», una consigna ideológica con la que puede que incluso esté
de acuerdo al escribir este artículo, pero que fue proferida en un lugar
inadecuado, ante personas inadecuadas y en un momento nada oportuno para lanzar
una soflama política.
Cuantas tablas, cuanta cultura y cuanta estética institucional les
falta a muchos políticos de los recién llegados partidos emergentes, unas
formaciones que no acaban de encajar en los engranajes de las instituciones y
que caen en bochornosas incongruencias como invitar y recibir a dos
representantes de la OTAN (organización contra la que hasta ahora se había
manifestado Jorge Suárez), y aprovechar el acto para soltar un mitin vestido
con ropa de andar por casa.
Como despedida, quisiera matizar, a
título de anécdota y también de incongruencia, que en el ayuntamiento de Cádiz
(con un gobierno de idéntica orientación política al de Ferrol), se da la
inexplicable circunstancia de que el señor Kichi
—alcalde de la corporación— aunque acuda vestido a los actos oficiales de
la misma guisa que Jorge Suárez, no
tiene inconveniente en ponerse un
traje cuando celebra bodas civiles "por respeto a los
contrayentes". Y yo me pregunto donde marcarán, quienes así actúan, la
línea que separa el respeto de la zafiedad
Valga
éste último párrafo para dejar constancia de que, independientemente de las
opiniones formales y estéticas vertidas en este escrito, no le confiero a la indumentaria más
valor que el que me merecen las ideas o las convicciones, únicas
características por las que valoro éticamente a un ser humano, pero una cosa es
la ética y otra la estética, la indumentaria y el saber cómo, cuando y donde
ponerse determinadas prendas de vestir para no chocar con las normas ni
provocar situaciones incómodas e innecesarias.
Alberto
Soler Montagud
Médico y escritor
Médico y escritor
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