A lo largo del verano hemos asistido a una campaña de gran
expectación creada ante el inminente aterrizaje en la COPE de Carlos Herrera, estrella radiofónica
que tras once años de presencia diaria en las mañanas de Onda Cero, ha decidido volver a la emisora de los obispos donde ya dirigió –entre 1992 y 1995– el segundo tramo de La Mañana que entonces presentaba Antonio Herrero.
En relación a esta noticia es oportuno recordar
que a mediados del pasado mes de julio, en el informativo Los desayunos de
TVE, Carlos Herrera fue
invitado para promocionar su nuevo programa en la cadena COPE a través de una
entrevista de media hora de duración, otro despropósito de una televisión
pública que desde que gobierna el PP, es proclive a beneficiar a sus propios
intereses y a los de sus amigos (consideremos que la COPE va dirigida a una
audiencia que coincide con el perfil de los votantes del partido de la gaviota).
Hoy, 1
de septiembre de 2015, a las seis de la mañana, ha tenido lugar el reencuentro
de Herrera con su audiencia desde que el pasado marzo anunciara su despedida de
la emisora del Grupo Planeta donde,
al parecer, por su talante conservador, se debería sentir incómodo cada vez que
otro medio del grupo –La Sexta–
criticaba la política conservadora neoliberal de los populares y, lo que es peor, se erigía como abanderada del PSOE,
Podemos y sus partidos afines. Tampoco debe haber ayudado mucho al bienestar de
Herrera que en las tardes de Onda Cero,
Julia Otero y sus colaboradores
cosechen un gran éxito de audiencia con una postura progresista que contrasta
con el conservadurismo de las mañanas.
Aun
era de noche cuando he escuchado la entrada triunfal de Herrera en Cope y he comprobado como el evento era vivido a todo lo
grande –sorpresas incluidas– no ya por los invitados de lujo que se han sumado
a los parabienes sino por la vocación más política que nunca que Herrera ha
puesto de manifiesto en su declaración de intenciones plasmadas en un incisivo editorial
de más de diez minutos de duración.
El
ambiente triunfal que se percibía y el hecho de que Carlos Herrera se haya
incorporado a la emisora de la Conferencia Episcopal a sólo tres meses de las
próximas elecciones generales, es algo que me ha hecho reflexionar acerca de
unas motivaciones que intuyo y que tal vez el tiempo se encargue de poner en
claro.
Pero
vayamos con la primera sorpresa. Pasadas las ocho de la mañana, un exultante
Carlos Herrera ha anunciado que estaba a punto de entrar en directo un importante oyente que se quería sumar al
estreno del nuevo programa. Ha sido entonces cuando el Rey Juan Carlos I ha
intervenido telefónicamente para ser entrevistado y agradecer a Herrera que le
hubiera llamado en lo que era «un día tan importante para él». Afectuosamente,
el Rey emérito le ha manifestado al periodista «Te deseo
lo mejor junto a todo tu equipo en la nueva etapa que hoy empiezas en la COPE»
y ha asegurado ser un «fiel seguidor de la radio» que «no
podía faltar aquí, porque has estado a
mi lado en circunstancias difíciles que yo nunca olvidaré y siempre tendrás
mi eterno agradecimiento». Si tenemos en cuenta que Don Juan Carlos llevaba más
de un año sin aparecer en los medios, su participación en el estreno de Herrera en la Cope adquiere una
significativa trascendencia que podría contemplarse más allá de una simple
manifestación de afecto hacia un periodista amigo. Si bien Juan Carlos I, para que nadie se sintiera
discriminado por su deferencia hacia Carlos Herrera, ha hecho extensiva su
felicitación a «todos los profesionales de la radio que muchos de ellos
empiezan hoy sus programas», también es cierto que sólo ha acudido al de
Herrera.
Vayamos con la segunda sorpresa. Aun no repuesta la audiencia
tras la intervención del Juan Carlos I, Carlos Herrera se ha marcado un nuevo
puntazo al tener como invitado a alguien que quería estar a su lado en tan
importante día; nada más y nada menos que el mismo José María Aznar que llevaba
varios meses sin conceder entrevistas. En contraste con la participación del
Rey emérito que ha sido fundamentalmente entrañable, la del expresidente de
Gobierno ha sido de un marcado contenido político. Llegado a este punto, no
está de más reseñar que hace ya muchos años, José María Aznar estuvo también al lado de Herrera
cuando éste inició su andadura en la COPE siendo Aznar líder de la oposición.
Tras estas
dos intervenciones, que podríamos considerar de lujo y hasta insólita una de
ellas, Carlos Herrera ha querido incorporar al líder de la oposición, Pedro Sánchez quien ha intervenido en directo desde Perú
para desear éxito al periodista. Carlos Herrera ha dado muestras de su
habilidad ya que, en cierto modo, la presencia de este tercer invitado ha contribuido a aportar cierto equilibrio de
pluralidad que no ha pasado desapercibido.
Colofón
Una
percepción subliminal ha hecho que quien esto escribe tras asistir al arranque
de Herrera en Cope, haya tenido la
sensación de que Carlos Herrera,
con su invitación a Juan Carlos I quería dejar bien claro su talante
monárquico; con la intervención de José María Aznar, Herrera ha querido contar
con la presencia del partido que gobierna, pero no a través de la corriente
marianista sino con un notable representante del sector más crítico frente la
actual cúpula del PP ; y ya por último, con Pedro Sánchez, Herrera no sólo ha
querido que estuviera presente en su debut el líder del principal partido de la
oposición sino, en cierto modo, ha reforzado el bipartidismo que desde hace
años se ha instalado nuestra democracia en forma de una monarquía parlamentaria
con dos grandes partidos que cíclicamente se alternan en el poder.
Es por
ello que, en mi modesta opinión, Carlos Herrera ha dado el pistoletazo de
salida a una personal campaña electoral –la suya– que desde la emisora de los
obispos, piensa llevar a cabo durante tres meses que prometen ser intensos en
contenido. También, a su manera, Herrera
ha perfilado el sesgo ideológico que desde la COPE piensa difundir para
incentivar el voto conservador de su audiencia y afianzar un bipartidismo sin
injerencias de sucedáneos ni emergentes.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor.
Médico y escritor.
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